lunes, 26 de noviembre de 2007

Heidegger y su montaña: la caída ¿hacia qué abismo?

Hay un sueño que creo que todos hemos tenido alguna vez. Hablo de ese sueño en que nos caemos y no podemos levantarnos. Hay un enemigo persiguiéndonos o un monstruo o algo de lo que huimos. Corremos. Caemos. Pero las piernas, que hasta hace un momento corrían, ahora no responden. No podemos levantarnos. Entonces despertamos.

¿Qué es el cuerpo?

En este sueño se evidencia una distinción: El cuerpo de la que duerme y el cuerpo de la que sueña no son el mismo. La que soñaba tenía unas piernas inútiles. La que dormía tenía otro cuerpo. Al despertar ella comprueba que sus piernas sí responden. Comprueba que soñó un cuerpo que no era el suyo. Era un sueño. El cuerpo que antes dormía y que luego despertó sí podía correr –esto ella lo sabe. Ahora. Pero, ¿qué más puede ese cuerpo?

El cuerpo no está tematizado en la obra de Heidegger. Sin embargo, está ahí. Quien habla de un Dasein habla de un hombre. Quien habla de un hombre habla de un cuerpo. Creo que si se ha criticado tanto a Heidegger por su omisión del cuerpo como tema, es debido a que su filosofía otorga de hecho un papel novedoso al cuerpo y un papel más protagónico de lo habitual. Se lo critica, entonces, debido a que él mismo no parece haber dado demasiada importancia a este resultado suyo.
El yo trascendental y el yo empírico de Husserl no se identifican. El yo que me da el mundo y el que lo habita no son el mismo. El yo trascendental es condición de posibilidad del yo empírico, en ese sentido, constituye al yo empírico. El que hace cosas es el yo empírico, sin duda. El yo trascendental responde a un único verbo: Constituir. El yo trascendental de Husserl constituye. Constituye, a lo sumo, a través de operaciones. Síntesis de identidad, por acá, apercepción por allá. No tiene un cuerpo con el que haga cosas. Constituye su cuerpo.
El Dasein, en cambio, hace cosas. Se caracteriza ante todo por su práxis. Y comprende, comprende lo que hace. En su hacer mismo está comprendiendo lo que hace pues que si no, no podría hacerlo. En la cotidianeidad el Dasein se mueve en una comprensión “de término medio” de sus posibilidades. Lo que sea que está haciendo se inscribe en esta trama de posibilidades. Esta clase de comprensión no es autoconciencia todavía. Es algo anterior a cualquier clase de deliberación. Se trata de los ojos que hacen posible ver algo de lo que se está haciendo. La situación que configuran los útiles (esto es, la trama de remisiones) y las posibilidades de este Dasein que se mueve entre ellos para utilizarlos se confunden hasta la indiferenciación.
¿Qué quiso decir Heidegger con su crítica al concepto de animal racional? ¿Que el hombre no está encarnado en un cuerpo? No. ¿Que el hombre no tiene algo así como una facultad intelectual? Tampoco. Creo que estaba señalando otro modo de tematizar estos dos elementos ligeramente indiscutibles. Y por sobre todo, estaba hablado del cuerpo.
La dicotomía animalidad-racionalidad parece suponer que el animal en el que la racionalidad respira, es objeto exclusivo de la biología. Que la filosofía ha de limitarse a estudiar el costado racional de este ser binario, esto es: sus facultades. La brecha moderna entre mente y cuerpo no puede ser salvada por esta vía porque es precisamente este modo de ver las cosas el que traza la brecha.
La anécdota del sueño (una metáfora todavía quizás demasiado moderna) pone en evidencia la cuestión de las posibilidades de un cuerpo. Las posibilidades del cuerpo soñado no son las posibilidades del cuerpo que duerme. El cuerpo que se vivencia no es el cuerpo del animal que duerme.
Ahora bien, en la vigilia esta distinción se mantiene. Las posibilidades de un cuerpo físico son mucho más vastas que las de un cuerpo real. Hay un argumento a priori y hay otro a posteriori. A priori: hay posibilidades contradictorias que no pueden ser, pues, posibilidades reales de un cuerpo determinado. A posteriori: Sólo algunos cuerpos pueden bailar en puntas de pie. Sólo algunos cuerpos pueden leer. Acaso es la idea moderna de la igualdad de todos los hombres la que oscurece este hecho. Qué significa que todos los hombres pueden en principio leer, si hay hombres que no pueden de hecho hacerlo. Significa que pueden aprender a hacerlo. También pueden aprender a bailar en puntas de pie, a caminar sobre brazas ardientes o a tirarse de cabeza en una pileta olímpica. Pero esto es sólo una idea. Las posibilidades reales son otra cosa. Son las que están en juego, por ejemplo, en ese sueño. Las posibilidades reales muchas veces se imponen como en ese sueño. Un hombre está decidido a aprender a tirarse de cabeza. Se inscribe en un curso de natación y asiste a un sinnúmero de clases. Pero este hombre tiene tanto miedo que nunca consigue arrojarse al agua. Sus piernas se rehusan. Ése es su cuerpo. Ésas son sus posibilidades reales. Quizás una buena terapia le permita despertar un día a un cuerpo nuevo. En fin, quizás no. Lo que está claro es que las posibilidades reales devienen, no son siempre las mismas. Y en este sentido nadie es igual a nadie, ni siquiera a sí mismo.
Es en este punto donde veo un cuerpo. No hablo del cuerpo de la física regido por leyes mecánicas. Hablo de otra noción, que puede definirse así: El cuerpo es lo que el cuerpo puede.
Quizás por esto, a veces, el pasado parece un sueño. Porque las posibilidades eran otras. Mi cuerpo era otro. A veces el cuerpo no responde. (Gregorio Samsa despierta un día y descubre que es una cucaracha. Gran comienzo.) A veces, de repente, una mañana, el cuerpo ya no puede, no responde. (Las piernas no respondían). Así como en un sueño en sentido estricto hay toda una serie nueva de posibilidades abiertas (Ahora puedo volar. Ahora ya no.), que se imponen como se imponen los datos empíricos; así, en la vigilia en sentido estricto (lo otro del sueño) queda todavía este principio onírico: Hasta hace un momento yo podía amar a esa persona; yo toleraba mi trabajo; a mí me gustaba esta película. Ahora no. No es que ahora ya no pase. Es que ahora ya no es siquiera posible que pase. No se trata de cosas que nos pasen sino que hacemos. Pero estas acciones ya no son posibles. Es que ha cambiado, y todo el tiempo está cambiando, lo que puedo. Trato de amarlo, no puedo. Trato de disfrutar, en esa película, lo que alguna vez me había conmovido y ahora ya no me es posible: La película es insoportable. No puedo entender qué me había gustado.
Algo es lógicamente posible. Además es físicamente posible y psicológicamente posible. Esto de nada sirve si no es de hecho posible para este cuerpo ahora mismo.
En una película, una chica, una bailarina, explica por qué ya no puede bailar: dice No se puede bailar con el corazón roto.
Antes habitaba un mundo en que sus piernas eran así. Respondían a un llamado que hoy no comprende. Quizás lo comprendía entonces. Y es que si no lo hubiera comprendido, ¿cómo habría bailado de esa forma?
A qué respondían sus piernas, a qué no respondían, era una danza. Algo gobernaba los desplazamientos. Algo irrepetible.
Es irrepetible porque ahora no podría suceder. Porque ahora, estas piernas, tienen otro poder. Otras posibilidades. ¿Otras? Y sí. Despertó a otra galaxia. A otro mundo. A uno en que ya no puede bailar de determinada manera, a un ahora en que no es posible acompañar el brazo con ese gesto, en esa situación. Pestañear, combinar un pestañear con un reír con una mano sobre la rodilla, con un movimiento de cuello, así y en este momento no es posible. No ahora. No ahora ya. Quizás en un rato. No lo sabe. Tanto no sabe. Pero ¿ahora ya subirse sobre la mesa sin más? no. Cree saber por qué no. Ahora no. No ya. Ahora ya no. Pero quizás más tarde. Y qué no es posible así, diciendo ahora ya no, quizás después.
Pero en ese sueño, era ya. Era ahora mismo. Sobre esta mesa. Ahora mismo. El brazo se relaja y cae. Ya mismo. Una rodilla se flexiona. Ahora. Después no. Después no sé. Ahora ya.
¿Y por qué era así? ¿Y por qué ahora no? No lo sabe. Ese era el sueño. Pasaba eso. Pasaba eso en el sueño y ahora no pasa. Ahora no.

¿Qué es el cuerpo?

El cuerpo es lo que el cuerpo puede ahora. El cuerpo está configurado por sus posibilidades reales en un momento dado. La comprensión de la que habla Heidegger, entonces, puede entenderse como una comprensión del cuerpo.
En la idea clásica el cuerpo es el carrito del alma, una máquina al servicio de la voluntad. El vínculo entre voluntad y cuerpo es el de obediencia y desobediencia. Hay además un vínculo de conocimiento: Es la voluntad de un sujeto de conocimiento la que se imprime sobre un objeto de conocimiento.
Ahora bien, partiendo de algunas ideas heideggerianas puede trazarse otro esquema, menos vertical, que dé cuenta de que el carrito y el chofer son uno y el mismo. A esta unidad quiero llamar cuerpo. El chofer comprende y el carrito se mueve. Pero el chofer también se mueve y el carrito comprende.
¿Cuáles son las posibilidades reales de un cuerpo? Eso está en permanente cambio. Diferentes situaciones sociales, por ejemplo, abren posibilidades y censuran otras. El horizonte de posibilidades reales se dilata y se contrae todo el tiempo. Los ritmos de los latidos del horizonte de posibilidades reales marcan el tiempo.

Una chica ya no puede bailar. Heidegger propone una terapia para esta clase de patologías. ¿O no? Es un camino hacia la autenticidad, hacia las posibilidades más propias. Se trata de un movimiento ascendente desde un estado de caída en lo impropio hacia un estado de levitación en lo propio. Se trata, entre otras cosas, de asumir la propia muerte. Celia Cruz lo dijo también: Vengan ya y bailen que la vida es corta. Acaso esa chica debe asumir la irrevocabilidad de su muerte.

¿Ésta es la terapia heideggeriana? No. ¿De qué hablaba entonces? ¿Cómo se manifiesta lo que él llamaba estado de caída? Para Heidegger el estado de caída es la enfermedad que hay que curar. Se trata de una patología totalmente diferente. Los síntomas son otros y es otro el objetivo del tratamiento. El Dasein impropio, es decir, el Dasein caído, se interpreta a partir del trato con los útiles. Y así, se confunde con el mundo. Dice Heidegger el en §38 de Ser y tiempo:

Pero que este mismo [el ser-ahí] se dé a sí mismo en las habladurías y el público estado de interpretado la posibilidad de perderse en lo uno, de caer en la falta de base, quiere decir esto: el ser-ahí se está deparando a sí mismo la constante tentación de la caída. El ser-en-el-mundo es en sí mismo tentador.
Convertido ya de este modo en tentación para sí mismo, aherroja el público estado de interpretado al ser-ahí en su estado de caído. Las habladurías y la ambigüedad, el tenerlo visto y tenerlo comprendido todo, constituyen la presunción de que el estado de abierto del ser-ahí así disponible y dominante podría garantizar al ser-ahí la seguridad, genuinidad y plenitud de todas las posibilidades de su ser.
[...]
Pero este derrumbamiento le resulta oculto por obra del público estado de interpretado, dado que resulta interpretado como exaltación y vida concreta.


Dos cosas quiero subrayar de este pasaje: La primera es lo que podríamos llamar la fantasía de omnisciencia que Heidegger atribuye a los Daseins caídos. Da la impresión de que Heidegger razona así: Si el Dasein está metido de lleno en una tarea entonces ha de tener la pretensión de que comprende lo que está haciendo. Uso el verbo comprender en el sentido heideggeriano de comprensión. Ha de tener, razona Heidegger, la fantasía de que se mueve en sus posibilidades más plenas y seguras, pues que sin esta seguridad no podría moverse. Pero esto contradice la noción de comprensión que Heidegger expuso en los primeros parágrafos de Ser y tiempo, como veremos en un momento.
La segunda cosa que quiero subrayar es la sintomatología del Dasein caído. Un Dasein caído puede reconocerse por su exaltación, se lo reconoce porque emana “vida concreta”. También en este parágrafo nos dice que el estado de caída, que desde un punto de vista metafísico es un derrumbamiento o un aquietamiento, se manifiesta de hecho, empíricamente, como actividad desenfrenada. Heidegger da a esta actividad del Dasein caído el nombre de torbellino. Torbellino porque es actividad permanente y también porque es una actividad caótica, sin fundamento.
Creo que esto basta para mostrar que el Dasein caído tiene dos problemas, según este diagnóstico: El primero consiste en que es feliz. El segundo, en que no sabe que su vitalidad expeditiva es un síntoma de aquietamiento y falta de autenticidad.
Ahora bien: Que el cuerpo haga cosas no implica que crea que está explotando al máximo sus posibilidades más auténticas. Hay gente humilde y vivaz. Ni siquiera es necesario que ese cuerpo tenga la más remota idea de lo que está haciendo. Es decir: La espontaneidad existe. Y si no sabe lo que está haciendo, evidentemente que tampoco pretende estar haciendo lo mejor.
Los esfuerzos de Heidegger por mostrar que su noción de comprensión es algo bien diferente de la noción moderna de conciencia se contradicen con esta caracterización de la caída. Es la conciencia la que tiene pretensión de verdad, la que ofrece a la voluntad la materia de su deliberación. Es por esta pretensión de verdad que puede equivocarse. Y cuando estos errores son errores de cálculo sobre lo que el cuerpo puede, la conciencia considera que el cuerpo (el cuerpo como máquina servil) fue desobediente. La noción heideggeriana de comprensión, así entendida, no es más que una forma de autoconciencia.
Ahora quiero mostrar que lo que he estado llamando posibilidades reales son posibilidades impropias. Y que, como estas posibilidades configuran cuerpo, la caída de la que habla Heidegger es en definitiva la caída en el cuerpo (a la manera del concepto cristiano de caída).
Las posibilidades reales son impropias porque el Dasein, cuando las comprende, se comprende a sí mismo a partir de los útiles. Las posibilidades reales son un correlato de las cadenas remisionales. Porque lo utilizable del útil a la mano es el correlato de lo que esa mano puede y de lo que esa mano no puede hacer con él.

La comprensión (tal como yo prefiero leer esta noción) no puede fallar; porque lo que el cuerpo comprende son las posibilidades del cuerpo y el cuerpo puede lo que el cuerpo cree que puede. Que la comprensión no puede equivocarse es verdad en este sentido completamente tautológico, por definición. Esto no significa que sea un concepto vacío. Significa que no hay aquí sujeto y objeto. El cuerpo no es para sí mismo una cosa en sí. Ni siquiera es un objeto en sentido fenomenológico para una conciencia. El cuerpo no se conoce a sí mismo, se siente a sí mismo y lo que siente es lo que hay: No tiene expectativas falsas; tiene deseos que pueden frustrarse.
El chico sube al trampolín y mientras sube, su cuerpo siente que se va a tirar. Cuando llega el momento sus piernas paralizadas le hacen sentir que no. Que mejor no. Que de ninguna manera.
El cuerpo no estaba equivocado. El cuerpo no se equivoca. Era demasiado pronto. Caminando hacia la escalera era posible todavía, era demasiado pronto todavía para saber más que eso. En la escalera, acaso, sus piernas vacilaron. Entonces era menos posible. Arriba, desde la altura, ya no era posible. Las posibilidades cambiaron.
No había, inicialmente, un juicio equivocado. Lo que había en ese momento era un cúmulo de emociones respecto de lo que podía pasar unos momentos después. Lo que había antes de subir era otro cuerpo, otras posibilidades. El chico subió esa escalera hacia otro cuerpo. Arriba, frente al abismo, sintió miedo. Miedo al agua, sí, pero también, una emoción nueva (el miedo) daba cuenta de un cuerpo nuevo; hacía patente la presencia, en él, de un otro: Ese hombre más cobarde ahora es él.